El origen del alfabeto
Volver a inicioDel pictograma sumerio a la escritura cuneiforme
El origen de la escritura occidental se remonta al s. IV aC En Mesopotamia, al sur del actual Irak, los sumerios idearon un sistema basado en el intercambio de pequeñas figuras con el que dejar constancia de las transacciones comerciales. Cada una de estas fichas representaba un bien intercambiable, por ejemplo, una oveja. Así, si un comerciante cambiada tres figuras, significaba un contrato por tres corderos. Las primeras tablillas se escribieron presionando estas piezas sobre la arcilla blanda, dejando cada una un signo diferente acorde a su forma concreta. Con el tiempo se abandona esta manera de proceder para pasar a escribir esos mismos signos directamente sobre la arcilla blanda. Había nacido la escritura.
Hacia el tercer mileno aC, los primitivos pictogramas sumerios evolucionan hacia formas más abstractas de representación que aún guardan cierta relación con el dibujo original. Estos nuevos signos se imprimen con un buril sobre tablillas de barro que, una vez cocidas al fuego o al sol, se pueden transportar y almacenar con facilidad. El empleo de esta técnica de grabado, conocida como escritura cuneiforme, da como resultado una serie de trazos rectilíneos individuales que combinan formas longilíneas y triangulares.
Los signos cuneiformes continuaron simplificándose y evolucionando según el tratamiento que de ellos hicieron los pueblos vecinos. Finalmente, convertidos ya en signos fonéticos, este tipo de escritura desembocó en un complejo sistema de casi 1000 figuras formadas por combinación de palabras y sílabas.
Los jeroglíficos egipcios
Durante más de 3500 años, el valle del Nilo y su delta vieron florecer y desarrollarse a un pueblo “rico en fantasía y generosamente dotado para la observación de la naturaleza, a la vez que muy dado a la consideración profunda de la obra y la palabra de los dioses ”.
Ya desde el año 3000 aC el pueblo egipcio hace uso de un complejo sistema de escritura figurativa: los jeroglíficos. Estos signos mágicos, creados por los sacerdotes para conjurar las fuerzas de la naturaleza, fueron grabados a golpe de cincel en enormes monumentos para prevalecer más allá del tiempo y de la muerte.
En paralelo a la escritura jeroglífica se desarrolla la caligrafía hierática, una versión simplificada de aquella empleada por los antiguos egipcios para escribir con pincel sobre papiro. A su vez, la escritura hierática desemboca en una forma aún más lapidaria y escueta: la escritura demótica, donde los trazos degeneran hasta tal punto que es difícilmente reconocible una relación formal entre estos y sus referentes ideográficos.
El genial descubrimiento de las letras y su proyección
Serían los fenicios quienes, hacia el final del segundo milenio aC, lograrían sentar las bases sobre las que se construye nuestro actual alfabeto. Inspirado en los signos provenientes de las escrituras demóticas (evolución de la escritura hierática egipcia) y cuneiforme (evolución de la escritura pictográfica sumeria), este pueblo de comerciantes ideó una escritura simplificada de 22 signos fonéticos. A través de figuras estilizadas, cada uno de estos signos representaba un objeto cotidiano fácilmente reconocible.
El alfabeto fenicio es consonántico, como actualmente lo son el árabe y el hebreo. Ello quiere decir que “las consonantes no son integradas en sílabas (ba, di, gu, etc.), sino que se registran como unidades mínimas de sonido (bdg, etc.). En consecuencia, ya diferencia de lo que ocurre con nuestras escrituras occidentales, no es necesario anotar las vocales.
Hacia el año 900 aC el alfabeto fenicio llega a Grecia. Los griegos adaptaron las formas de los caracteres y perfeccionaron el sistema introduciendo las vocales para poder reproducir con precisión la modulada expresión de los idiomas hablados en su país. Esta escritura mejorada tornó a Fenicia, que la expandió a todos los pueblos con los que comerciaba. El alfabeto griego fue exportado a la cultura etrusca y, de esta, más tarde, a la romana.